domingo, 8 de enero de 2012

Fayrlantis: Dia 1:El Guardian Eterno

Desde que el mundo es mundo y desde que el ser humano se encuentra en este planeta, planeta  que él mismo se está encargando de destrozar día a día de un modo tan agresivo, ha nacido gente y también ha fallecido otra gente en todas las partes del mundo.
Todas esas personas, se supone, tenían alma.
En ese caso ¿nadie se  ha preguntado qué o quién cuida de que todas esas almas se queden donde están? ¿Qué o quién se encarga de evitar que esas almas de personas que fallecieron regresen para asustar a los vivos?
Sin duda el mundo de los muertos debe tener un vigilante muy fuerte y poderoso. ¿no crees?
De eso te quiero hablar hoy. De “El Guardián Eterno”.
El primer personaje que me encontré nada mas llegar a Fayrlantis.

Hace muchos siglos vivía en Irlanda un ladrón muy ambicioso y muy cruel.
Ese ladrón se hacía llamar “Leprechaun” (Léase leprecón).
No había castillo, casa, iglesia o monasterio que no se librara de que él le diera un buen repaso de enseres si ese hombre entraba.

Un año un museo de su ciudad(o algo parecido de aquella época) exhibía una joya muy lujosa y por tanto muy cara.
La joya exhibida era “El corazón de Irlanda”, una gema que “se perdió” hace no se cuanto tiempo en el reinado de un rey de nombre impronunciable.
“Leprechaun” no era muy aficionado al conocimiento así que nunca intentó averiguar nada de la joya, nunca lo hacía cuando iba a robar algo, ni a quien pertenecía antes de perderse, ni su historia, nada salvo lo cara que era y el muy buen precio que podía sacar y, obviamente, el dinero que iba a ganar una vez la vendiera en el mercado negro .

No supo jamás que la razón por la cual esa joya “se perdió” fue para evitar que su maldición alcanzara a algún mortal iluso.
“Leprechaun” no lo sabía y eso le llevó a ingeniar el modo para entrar en el museo y llevarse “El corazón de Irlanda” consigo para venderla en otro país.
Y lo hizo, o al menos, lo intentó.
Esperó a la noche y siguió punto por punto su plan.
Cuando llegó hasta el lugar donde estaba  la joya algo muy raro empezó a sucederle.
Apenas tocó la gema, al lado de su cabeza le salió otra y sus pies se multiplicaron por dos.
En su huida de la vigilancia del museo se miró en el cristal de una de las muchas urnas que había en una de las salas.
No  soportó ver su rostro reflejado en ese bendito cristal.
De pronto pensó que nadie volvería la cara para verlo nunca más sino es para reírse de él o gritar de puro miedo.

Cuando, al ver esta imagen de si mismo se mató, la justicia divina dictaminó que para pagar su delito debería cuidar de la puerta del mundo de los muertos.
Irónico, ¿cierto? Ya que era un ladrón tendría que hacer lo contrario de lo que hacía durante su vida en la tierra. Lo condenaron a hacerlo por toda la eternidad.
Y ahí sigue haciendo como “El Guardián Eterno” lo que como “Leprechaun”  no hubiera hecho jamás: Guardar algo valioso y cuidar que nadie se lo lleve.

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